Soñaba que despertaba pronunciando un claro “No puede ser” y Tere me contestaba “No te preocupes, pronto irás a Parma y vivirás todo eso”. Pero, en ese caso, me quedaría volver a vivir la aventura de buscar piso, el conocer a todo el mundo, intentar cuadrar las asignaturas, buscar el aula y entrar en clase tarde (sí, los primeros días es imposible acertar a la primera), los intentos de conversaciones con los profesores y las mañanas que despierto a Elena diciendo “Bongiorno bella, despierta que estás de Erasmus”.
Reconozco que esto no me gusta tanto como para querer quedarme para siempre. Tengo a la gente que más quiero “muy lejos” de aquí, pero ahora entiendo por qué dicen que esta experiencia debería ser obligatoria para todos el que se lo pueda permitir.
Hay sensaciones que no se pueden explicar de ninguna manera.
¿No es genial?