Es tan cotidiano, que lo decimos casi sin pensar.
Ante conversaciones de enfermedades y muertes se suele oír un: “No digas eso”.
Para, no lo menciones para que nadie pueda oírlo. Y la frase más reveladora de
todas: “Eso ni lo pienses”. Sabemos, por cultura popular, que los que decimos y
lo que pensamos tiene mucha fuerza. Sabemos, queramos verlo o no, que lo que
somos hoy es consecuencia de los pensamientos que hemos tenido hasta ahora. ¿Quiénes
fueron los primeros en decir “eso ni lo pienses”? ¿Quiénes serían los primeros
en atreverse a afirmar que creían en que la fuerza de la mente? No tuvo que ser fácil, sobre todo pensando en la reacción de los que por primera vez oían a alguien prevenir con el miedo de que unos pensamientos podían atraer de alguna forma a una realidad.
“Niño, en la silla de ruedas no te sientes”. Y es que para
conseguir algo no basta con quererlo y pensarlo. Para ser botánico hay que
ponerse la bata en casa, tener un cuaderno de experimentos, hacer estadística
con los resultados de tus macetas. Porque para ser lo que quieres ser basta con
serlo. Es así de sencillo. Imagínate haciendo lo que quieres. Piénsalo, dibújalo, créetelo, convéncete,
hazlo desde YA. Porque es esa pasión que pones al desear realmente algo lo que
te va a hacer conseguirlo. Filosofía barata mezclada con verdades
indemostrables. Lo veo en mí y en los que están a mi alrededor. “El que no
aletea se cae primero”. Tantos y tantos jóvenes con un currículum brillante agachando
la cabeza. Y ya no solo al hablar de su futuro, si no al hablar de su presente.
Oigo frases desgarradoras de compañeros que están dejando todas sus energías en
mantenerse firmes. “Yo ya no sé ni de dónde soy” “¿Crees que tengo yo edad de
estar todavía con contratos de prácticas?” “¿A ti con cuántos años te tuvo tu
padre?” y para mí una frase que sé que no se me va a olvidar. Porque se hizo el
silencio. “Es que yo ahora voy a mi pueblo y no conozco a nadie”. Tan triste…
tan tan triste.
Yo estoy disfrutando mucho de mi experiencia en Portugal, creo
que con crisis o no, me hubiera venido igualmente. Estoy haciendo lo que me
gusta en un sitio de de película pero está tan presente la sensación de estar
aquí desterrados que a veces ahoga. Como si te arrancasen de la tierra. “Olvidaros
de Extremadura”. Otra de las grandes sentencias de la tarde. No hay nada que te
de un rayito de luz para ver Extremadura, ya ni digo Badajoz, como opción real.
¿O sí? ¿Y si me imagino, me pienso, me dibujo...? ¿No era yo la que decía hace
unos minutos que los pensamientos son poderosos? Digo yo… que si todo el mundo
emigra, alguien se tiene que quedar cuidando del rebaño ¿no? ¿Por qué no puedo
ser yo? Es esa línea tan fina la que separa el optimismo de la utopía.
¿Olvidarme de Extremadura? Viva donde viva, aunque trabaje feliz entre arroces portugueses...
¡Eso ni pensarlo!