Una mañana de otoño, con el sol brillando en el cielo, mis ojos se
encontraron con los suyos. No sé quien encontró a quien, tal vez podría
considerarse un flechazo, pero el caso es que nuestras miradas se cruzaron y…
antes de seguir contándoos os lo presento.
Me acerqué a mi ventana y, romanticismos a parte, solo pretendía que en
mi cuarto entrase un poco de aire fresco. Al oír el ruido estrepitoso que hace mi
ventana (desde Oeiras hasta Faro se oye ese ruido por las tabernas) esa fue la
cara que se le quedó. “¡Un humano! ¿Eso.. es una pecera o qué? ¿Por qué está
detrás de un cristal?” Debió pensar. No sé si es porque nunca había visto a
nadie ahí, o porque no se esperaba mi belleza mañanera, pero esa fue la cara
que se le quedó. La mantuvo tanto rato
que a mí ya me estaba dando hasta miedo.
siempre es bonito despertarse viendo unos ojos verdes.
ResponderEliminar